El falso profeta de la ciudad de las diagonales vive encerrado en su bunker de Parque Leloir. Algunos obsecuentes dicen que tiene miedo a la sociedad, fobia; yo diría que tiene cierta misantropía. Desde su mansión (¿no era que el lujo es vulgaridad?) reflexiona mirando la vida por TV mientras pelea por el tesoro de los inocentes ricoteros con los otros reyes que no andan en camello. ¡La puta guita!
Ya habían pasado muchos años del último “pogo más grande del mundo” cuando estaba en la casa de una amiga haciendo cosas en su PC. Ahí me encontré por casualidad con una carpeta titulada: Indio Solari y los fundamentalistas del aire acondicionado. Lo primero que pensé fue: “que berreta es el Indio, se quiere hacer el Flaco poniéndole ese nombre”. Pero la curiosidad mata al gato, ¿no? En ese click que hice hubo un antes y después, mi percepción de su persona cambió por completo. El disco era El tesoro de los inocentes-Bingo Fuel, el primero solista del Indio. La canción que más me llamo la atención fue “La piba de Blockbuster”, más que nada por el nombre. “A ver con que chantada sale este pelado ahora”, pensé. Ya la intro me hizo entrar a un mundo diferente, fue como entrar a otra galaxia, una balada oscura llena de samplers, sutiles vientos y pianos inmersos en una marea de batas electrónicas con coros femeninos a la “Great Gig in the Sky” de Floyd. La voz del Indio me hipnotizó. Pensar que muchas veces renegué de sus condiciones de cantante. Más allá de la melodía envolvente, lo más importante es la letra: una oda a la piba que lo atendía siempre cuando iba al Blockbuster más cercano a su casa. “Su dedo me señaló/ Su lengua el dedo lamió /Y me llevó hasta el cielo...” confiesa Solari y retrata perfectamente una fantasía prohibida. “Y chupás la fruta sin poder morderla” ¿Quién no tuvo alguna vez un ratoneo furtivo con alguna persona con la que tiene un trato casual? El primero libre de pecado que arroje la primera piedra.
Pero mejor volvamos a la canción que me introdujo al mundo ricotero, la canción que fue culpable de que hoy en día me guste la banda de La Plata. El ratoneo parece ser una excusa para que el Indio reflexione sobre su pasado: “Ya nada queda de aquel alegre borrachín del notable y fiel "whisky y soda"/. ¿Cuál es un viento favorable, en fin, para el que ve que no sabe que el puerto está en buen destino?/ Soy sentimental! Muy sentimental! no puedo... yo, decir que así me fue mal”. Un viaje introspectivo acompañado de la sensual figura de una pelirroja “hija de croatas que lo hechizó.” A mí también me hechizó –y cómo. En los cinco minutos con siete segundos que dura ese trip fui entendiendo todo: la mística, el juego de palabras, las frases que se te quedan girando en la cabeza, esas oraciones incrustadas en el lomo: “Y nada de tatuajes que ensucien su piel”. Cuando terminó el tema se abrieron para mí las puertas de un nuevo cielo.
Joel Vargas
Del taller de periodismo que dicta Matías Capelli en Estudio Urbano.
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