martes, 3 de febrero de 2009

Crítica de cine: Vejez prematura o juventud demorada?

Si tuvieras que elegir el trayecto biológico de tu cuerpo en tu vida, qué preferirías?. Dos opciones, tener en cuenta las complejas implicancias de cada una. Número 1: la por todos conocida, nacer con un cuerpo de bebé y morir con uno de viejo. Número dos: al revés de la otra, nacer con un cuerpo pequeño pero envejecido y morir con uno de niño recién nacido. Conviene aclarar que intelectualmente, el orden cronológico sería el actual en ambos casos, o sea, de menor a mayor.
La más extraña y menos famosa de las alternativas planteadas se presenta en "El curioso caso de Benjamin Button", película que se estrenará estos días en la cartelera porteña. Dirigida por David Fincher, el mismo de El club de la pelea y Pecados Capitales, y que tal vez sea la que menos tenga que ver con el resto de sus películas. Es que el director, si bien conserva algunos guiños técnicos característicos en el uso de la cámara, en la composición de la imagen y en algunas secuencias innovadoras y muy creativas que valen la pena disfrutar, se amolda a un formato más clásico y a una narración más estructurada.

La historia tiene como eje el encuentro en una habitación de hospital entre una hija y su madre moribunda, que casi balbuceando le hace leer un diario personal que tenía guardado. Es la historia de Benjamin Button, y en gran parte, también es su propia historia. Desde ese lugar, la película se traslada permanentemente a los lugares de los hechos citados por el diario, y en ese ir y venir entre el presente y el pasado, con un previsible aunque inverosímil momento en que el pasado alcanza al presente, transcurre la trama. Algo así como en El gran pez, de Tim Burton, pero con bastantes más altibajos.

Como puntos destacados, hay varios, pero el primero tiene que ver con lo llevadero de la trama. Benjamin Button nació con vejez prematura, el día que culminaba la Primera Guerra Mundial. Su madre murió al dar a luz. Su padre, horrorizado por la monstruosidad del niño, lo abonondó en un hogar de ancianos. Allí, el bebé Benjamin fue adoptado y tuvo una infancia feliz, mientras le pronosticaban una muerte inminente, con un cuerpo de anciano. Pero Benjamin no murió: se animó a conocer la vida, casi al estilo Forrest Gump, y, como recompensa, la vida le devolvió juventud.

El protagonista está interpretado por Brad Pitt, que es un gran actor, para qué discutirlo. Y hay un increíble trabajo -porque es sutil, porque evita las grandes extravagancias- de maquillaje, que por la exigencia de la historia está obligado a constantes retoques en los personajes, sobre todo en el principal. Como puntos menos favorables, además del ya comentado entrecruzamiento del pasado y presente -por lo forzado e inverosímil-, puede decirse que el film a veces es lagunero, previsible, y no puede escaparse de la estructura narrativa que al tiempo de abrirle posibilidades de expresión se las agota. Y a esto se debería sumar el comentario más subjetivo y menos crítico: qué irónico pensar que de ese bebé monstruoso del inicio de la película, de sus primeros años convertido en un anciano con piel seca, iba a florecer un joven y guapísimo Brad Pitt! La mujer que apostó en un principio por él, cuando su imagen exterior no condecía armoniosamente con la idea de belleza, y de repente tiene frente suyo a un super galán, ¡se sacó la lotería! Se había ganado el cielo así que se lo merece. Qué va.

Más allá de todo, se trata del trabajo de un muy buen director como David Fincher; es una historia llevadera que tiene momentos fuertes, que coquetea con una tristeza y angustia que a todos, en un lugar u otro, nos va a interpelar; y cuenta con buenos intérpretes, además de Pitt, como Cate Blanchet, Julia Ormond y Tilda Swinton. Por otra parte, detalle fundamental, está basado en el cuento de uno de los más grandes escritores norteamericanos, Francis Scott Fitzgerald, quien se inspiró para escribirlo en una cita de otro notable, como Mark Twain: “La vida sería infinitamente más feliz si uno pudiera nacer a la edad de 80 años y gradualmente, acercarse a los 18”. ¿Te decidiste: vejez prematura y juventud demorada o al revés?

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